LLEGUE al bar, sola, con el maquillaje intacto y mi falda larga. Hacía frío, mi cuerpo temblaba. Quieta -Me dije- esta noche no habrán brazos de abrigos.
Pedí una cerveza, encendí un cigarrillo. El ambiente era triste, solo el cantinero reía. Al fondo del cuarto una mesa y varias sillas vacías. Un hombre jugaba con sus canas, su traje negro mostraba huellas de manos que tocaron pero no sintieron.
La música norteña era fuerte, me puso de malas. ¡Pónganme un blues! -Grite- todos voltearon pero nadie escuchó.
El acordeón por fin calló. El hombre del fondo destapaba su botella, los murmullos eran reclamos.
Terminaba mi cerveza y la grabadora cantaba que la navidad llegaba y estaba sin ti. Después del coro algunas parejas bailaban, yo observé que solo fue necesaria una canción de El Buki y una botella de ron para que este hombre de ojos cansados llorará todos sus años de silencio
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