Aprendí a mirar la ventana con las ganas disimuladas de verte llegar.
También supe que si venías no eras mío
Al menos no en besos, no en caricias.
Vi todos esos carros pasar
imaginé cada rostro de quién los manejaba
inventé sus historias y dolores acarreados
Siempre pensando en los tuyos y en como los disfruto.
Estuve sola y de espaldas al cristal
reflejándome y parpadeando a cada luz de ciudad
que se encendía y se apagaba
y no eras tú.
Me descubrí sonriendo en un vano intento
de ahogarte a gritos mientras cantaba la misma canción
que no me regalaste.
Que tenías, que era tiempo y verdad
pero no mía.
La calle seguía moviéndose
corría, daba vueltas, se mareaba.
El vómito era el montón de gente que, otra vez,
no eran tú.
Más de dos veces me encontré con la mirada perdida
y la respiración pausada.
Allí recordé que no te quería,
que no te sé,
entendí que no vendrías.
Esa misma tarde los ojos ajenos me enseñaron que,
ser mujer a mis años, y presumir la soledad en público
levanta las peores pasiones.
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