lunes, 30 de enero de 2012

Parecen 107

Me quedaba despierta en medio de mi cama, grande.
Sola, con un cielo aún oscuro donde no estaba la luna y el sol aún no llegaba.
Deje de necesitar un par de brazos extras.
Me volví fan de las mañanas frías.

DÍA 1:
La cocina está vacía, pisos limpios y agua pura.
No hay comida, hay café.

DÍA 2:
La regadera se arruino. Aprovecho los días calurosos para desperdiciar agua
en un burdo intento de ducharme en el patio.
Me gusta quedarme ahí, refugiada por un par de árboles, dejando que el sol
adore mi piel desnuda, agarrar un color tostado y olor a verano.

DÍA 3:
Las paredes de la casa dejan de colgar cuadros, las vuelvo blancas.
Esperan ansiosas un nuevo color, como mi sombra que espera una llegada.
No hay espejos, reflejos si. El teléfono esta tarde sonó dos veces,
no respondí.

DÍA 4:
Desde hace dos noches que ya no duermo en la cama,
no comparto almohadas con espantos ¿Tu sabes como es eso?
aprendí a contar el tiempo por canciones, aunque no las escuché.
Es mejor que tu silencio. El mío habla con la música,
no entiendo lo que dicen.

DÍA 5:
Abrí la ventana, alguien llamo a la puerta
"Son mis cuentas por pagar" supuse.
Mande a decir con la vecina que anunciara que no estaba, había salido
nadie sabía si volvía, estaba contigo, pero el de la puerta eras tú.

DÍA 6:
La vecina llego esta vez, traía con ella una carta, sin firma ni adiós.
"Esta vez no sé ira" me dijo que le dijo el muchacho.
-Niña, sus ojos están tristes- No supe si los de él o los míos.
No sé como luzco.

DÍA 7:
Solo han sido siete, parecen 107. Hoy salí al balcón,
llame la atención de un chico alto en patineta.
Saqué de una bolsita un cristal, pude verme. No soy yo.
Me vi otra vez, seguía siendo otra.
La tercera funciono, era yo y tu aparecías buscando a la que se
miraba en el primero.

martes, 17 de enero de 2012

Aprendemos a llorar desde chiquitas

Baje las escaleras, la casa en penumbras y
las voces salían del televisor.
La vi sentadita, escondiendo su cara, no me vio acercarme.

-¿Qué tenés?- pregunté.
-Nada- me dijo hundiendo su rostro en el sillón.
-¿Estás cansada? ¿Te duele algo?-
-No, no sé. Apenas si movió los labios.
-¿Estas enojada?- esperé su respuesta en silencio.
-Preguntale a ella-

Supe que hablaba de mi madre.
Me senté a su lado sin hacer ruido, la vi de perfil,
sus ojos llorosos, la mirada tan confundida, enojada y avergonzada.

Se limpió las lágrimas como si de eso dependiera la victoria.
Abrazó su cuerpo.

-¿Tenés frío?-
Me dijo que no moviendo la cabeza.
Mentía.

La abracé sin hacer presión. Sentí como su bracitos se iban poniendo
tibios, se calmaba.
Sabía que no era a mi a quién quería cerca, pero no me echaría de su lado.
Me sujeto la mano.

Olí su cabello, le ofrecí un caramelo. No queria nada, entendí que
era momento de dejarla sola. La apreté contra mi pecho y besé su mejilla.
Mis labios quedaron húmedos.

¿Hace cuanto llorabas en silencio, pequeña?

Me levanté soltando su mano, por un momento intentó retenerme
pero desistió al segundo. Me dejo ir.

Llegue hasta la puerta y me volví para verla.
Sus pies descalzos, tratando de entender lo que pasaba, le dolía.

Daniela tiene 5 años y ya sabe de llorar en soledad, de dejar ir,
de perder y empezar de nuevo.

lunes, 9 de enero de 2012

Cómo ver por la ventana

Aprendí a mirar la ventana con las ganas disimuladas de verte llegar.
También supe que si venías no eras mío
Al menos no en besos, no en caricias.

Vi todos esos carros pasar
imaginé cada rostro de quién los manejaba
inventé sus historias y dolores acarreados
Siempre pensando en los tuyos y en como los disfruto.

Estuve sola y de espaldas al cristal
reflejándome y parpadeando a cada luz de ciudad
que se encendía y se apagaba
y no eras tú.

Me descubrí sonriendo en un vano intento
de ahogarte a gritos mientras cantaba la misma canción
que no me regalaste.
Que tenías, que era tiempo y verdad
pero no mía.

La calle seguía moviéndose
corría, daba vueltas, se mareaba.
El vómito era el montón de gente que, otra vez,
no eran tú.

Más de dos veces me encontré con la mirada perdida
y la respiración pausada.
Allí recordé que no te quería,
que no te sé,
entendí que no vendrías.

Esa misma tarde los ojos ajenos me enseñaron que,
ser mujer a mis años, y presumir la soledad en público
levanta las peores pasiones.

martes, 13 de diciembre de 2011

A un océano de distancia

Pasamos más de 200 días inventándonos las caras, dibujadas en palabras y en historias que nunca escuchamos contarnos.
Noches de imaginarte despertar en mi almohada
Silencios que tenían tu respiración sin sentir el aire
Ciudades con fantasmas que nunca serían los mismos
Amores, bocas y cuerpos ajenos por querer que fuera el tuyo el que no estaba a destiempo.
Un océano que no cruzaste por buscar mis brazos
Pero que yo nadé por ver si eras real.
Real no, pero si verdadero.
Un océano después estabas aquí, a no muchos kilómetros de encontrarnos.
Pero seguís estando lejos.
Y aunque ahora podés estar en cualquier de mis calles
En los autos que van a mi lado
Podés estar ahí, a tres palabras suficientes para que vengas por mi.
Para olvidar un protocolo porque un desorden de sábanas frías nos están esperando.
Pensar que ya se acabo el tiempo, que ahora todo es cuenta regresiva
Que mi piel sabe que sentirá tus dedos.
Que ya no estás a un océano de distancia.

El Buki y su navidad sin ti.

LLEGUE al bar, sola, con el maquillaje intacto y mi falda larga. Hacía frío, mi cuerpo temblaba. Quieta -Me dije- esta noche no habrán brazos de abrigos.

Pedí una cerveza, encendí un cigarrillo. El ambiente era triste, solo el cantinero reía. Al fondo del cuarto una mesa y varias sillas vacías. Un hombre jugaba con sus canas, su traje negro mostraba huellas de manos que tocaron pero no sintieron.

La música norteña era fuerte, me puso de malas. ¡Pónganme un blues! -Grite- todos voltearon pero nadie escuchó.
El acordeón por fin calló. El hombre del fondo destapaba su botella, los murmullos eran reclamos.

Terminaba mi cerveza y la grabadora cantaba que la navidad llegaba y estaba sin ti. Después del coro algunas parejas bailaban, yo observé que solo fue necesaria una canción de El Buki y una botella de ron para que este hombre de ojos cansados llorará todos sus años de silencio

No (s) dijimos adiós

Me había detenido a mirar por sus ojos. No regresamos a casa, la piel cansada, la boca entre abierta, los besos resecos.
El camino de regreso lo construimos en silencio.

Faltaba poco para que saliera el sol,
El árbol frente a la ventana bailaba como siempre. Esta vez no supe llevarle el paso.

- ¿Te has puesto a pensar en los mundos que no conocemos? - Pregunte.

Me contesto tomando mis dedos, no escuché palabras.
No hubo canción de despedida, solo nos quedará un vergonzoso recuerdo de ganas dormidas.

lunes, 20 de junio de 2011

No estoy llorando, pero quisiera.

Que falta me hace llorar.
Llorar hasta volvernos mar, gotas de sal para ponerle el saborcito al dolor.
Que falta me hace llorar.
De ahí, de volvernos humanos hechos agua, de navegar.
Palabras y besos no dados que se vuelven nudos en la garganta.

El silecio se vuelve sollozos.
Que falta me hace llorar.
Mi rostro no conoce de húmedad y no es que adentro este seco
Es que se me olvido como se hace.
“Tal vez ya las gasté todas” repitiendo eso tres veces, se vuelve autoconsuelo.

Pero todo se queda en expresiones tristes y ojos aguados.